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Cuando la cotidianeidad rebasa el absurdo

Lost in translation

Este fin de semana he visto la famosa película de la pésima actriz Sofia Coppola. Y me ha puesto nervioso.
Sí, nervioso, porque he visto que hay más gente que se siente como yo, rodeado por un mundo que no comprende. Ni siquiera en ser raro se puede ser exclusivo, en este mundo donde convivimos con otros 5000 millones de personas.
La caricatura que puede resultar Tokyo a principios del tercer milenio se trasalada a las ciudad normal en la que vivo, al trabajo normal que tengo, y a las relaciones normales con la gente que me rodea. Por ahora, sólo me ocurre a veces. El resto del tiempo, me integro perfectamente en este extraño mundo. Trabajo y gasto. Y pago mis impuestos. ¿Necesita alguien algo más de mi? Creo que no.
Soy un diminuto integrante de esta máquina que llamamos sociedad, en la que todos participamos para...
llegar a una meta? Mejorar nuestro nivel de vida? Cargarnos el mundo? Cual es el objetivo?
Yo, realmente, no lo sé. Y es entonces cuando me siento perdido. Pero no te preocupes. No me pasa a menudo.
Acabo de comprarme una cámara digital y soy feliz.

1 comentario

Chanko -

A ver si escribimos, vaguete. ¿Qué ha pasado con esa pasión literaria que te arrobaba, inflamando tu espíritu crítico y poético? ¿Es que ya no hay nada nuevo bajo el sol? Procura mucho placer a los admiradores de tu prosa precisa, que además de incondicionales son inasequibles al desaliento (pues desalentador es entrar aquí cada día y contemplar el vacío de una hoja en blanco que sólo el artista que sin duda llevas dentro y al que das poco pábulo puede llenar de ilustrado y deleitoso contenido) y saca a pasear esa pluma (de escribir) que tú dominas. Vamos que, o escribes o te crujimos... Tú verás. Besitos.